De los escritos de Dionisio de Riykel una meditación sobre el Sagrado Corazón de Jesús de la que era particularmente devoto el cartujo holandés.
Inebriabuntur ab ubertate domus tuae. (Sal XXXV:9)
Todo lo que hay en ti, todo lo que se te puede atribuir,
oh Señor, se te debe atribuir en toda la medida de su perfección y con infinita excelencia y soberanía. Siendo, pues, vuestras riquezas como la munificencia, sabemos, en consecuencia, que vuestra riqueza no tiene fin, que vuestra necesidad de comunicaros y vuestra liberalidad no tienen fin ni medida.
Si presionas, es con una abundancia de la que no tenemos idea; si das, es con generosidad ilimitada ya que siempre recompensas mucho más allá de nuestros méritos.
Por una acción pasajera darás una felicidad que nunca pasará; por un tributo muy pequeño que te hemos pagado, ofreces una recompensa tan grande que tus siervos sean plenamente satisfechos, que todos los deseos de su corazón sean plenamente concedidos; por lo que la amplitud y profundidad de sus recompensas es igual a su duración.
Por una acción pasajera darás una felicidad que nunca pasará; por un tributo muy pequeño que te hemos pagado, ofreces una recompensa tan grande que tus siervos sean plenamente satisfechos, que todos los deseos de su corazón sean plenamente concedidos; por lo que la amplitud y profundidad de sus recompensas es igual a su duración.
Por eso el corazón de tus elegidos, este corazón humano que no encuentra descanso fuera de ti, se vuelve, en el cielo, semejante a tu Corazón; allí goza de una seguridad inmutable, perpetua y descansa en Ti.
Oh mi Señor Todopoderoso, en verdad Tú eres la hueste infinitamente tierna y amable del alma virtuosa que, después de servirte fiel y generosamente durante el largo destierro, el doloroso camino, la dura servidumbre de esta vida, vuelve a Ti, para Tu Padre, Rey, Juez de vivos y muertos.
¡Oh! ¡Con qué bondad y dulzura, con qué alegría, con qué bondad paternal acoges a las almas que, a pesar de las tentaciones, las adversidades y las persecuciones, siempre te han servido, se han adherido fielmente a ti y han perseverado hasta el final en tu servicio!
Oh mi Señor Todopoderoso, en verdad Tú eres la hueste infinitamente tierna y amable del alma virtuosa que, después de servirte fiel y generosamente durante el largo destierro, el doloroso camino, la dura servidumbre de esta vida, vuelve a Ti, para Tu Padre, Rey, Juez de vivos y muertos.
¡Oh! ¡Con qué bondad y dulzura, con qué alegría, con qué bondad paternal acoges a las almas que, a pesar de las tentaciones, las adversidades y las persecuciones, siempre te han servido, se han adherido fielmente a ti y han perseverado hasta el final en tu servicio!
Derramad inmediatamente en su seno la medida de la que habla el Evangelio, una medida buena, compacta, bien mezclada, sobreabundante.
Es a ti a quien soberanamente han estimado, a ti a quien han amado sobre todas las cosas; y en recompensa dáselos tú también;
Te revelas claramente a ellos, les muestras tu inmensa belleza y todas las riquezas de tu gloria; los introduces, los arrojas en medio de tu Corazón, en las entrañas de tu dulcísima caridad, en el profundo abismo de tus misericordias.
Allí, es decir, en tu Corazón, les hiciste saber muy claramente cuánto los amabas desde toda la eternidad, con cuánta misericordia los trataste durante su vida, ya que los elegiste para gozar de tan grande bienaventuranza, ya que los predestinaste a ver a ti, te alabo y te amo por siempre. sobreabundante.
Allí, es decir, en tu Corazón, les hiciste saber muy claramente cuánto los amabas desde toda la eternidad, con cuánta misericordia los trataste durante su vida, ya que los elegiste para gozar de tan grande bienaventuranza, ya que los predestinaste a ver a ti, te alabo y te amo por siempre. sobreabundante.
Es a ti a quien soberanamente han estimado, a ti a quien han amado sobre todas las cosas; y en recompensa dáselos tú también; Te revelas claramente a ellos, les muestras tu inmensa belleza y todas las riquezas de tu gloria; Los introduces, los arrojas en medio de tu Corazón, en las entrañas de tu dulcísima caridad, en el profundo abismo de tus misericordias.