Carmelitas Descalzos en la Nueva España


Nombre oficial: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
Latín: Ordo Fratrum Beatissimae Mariae Virginis de Monte Carmelo.
Siglas: O.C.D.
Lema: Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos.
Tipo de orden: mendicante.


Escapulario: concesión de la Virgen María a los religiosos para que difundieran su uso, prometiendo liberar del Purgatorio a quienes lo usen. 
Monte Carmelo: espacio que sirvió de refugio para ermitaños dedicados a la vida contemplativa; se encuentra en Israel. El profeta Elías lo eligió para la vida contemplativa. Representado al centro del escudo por una elevación o pináculo.

Estrella: María, estrella del mar, guía hacia Cristo.
Centella: Imagen de la dispersión del centro en el mundo; principio espiritual que da origen a una vida individual. Representa la lucha del profeta Elías en contra de la idolatría -dios Baal-; iluminó el pensamiento del pueblo hebreo.


Por Manuel E. de Santiago Hernández

La fundación de la comunidad carmelitana tiene un antiquísimo origen, aun precristiano, que una tradición propia atribuye a los profetas Elías y Eliseo. Fue en España, en el último tercio del siglo XVI, que la hermana Teresa de Ávila y fray Juan de la Cruz emprendieron una profunda reforma de la orden de la cual, enfrentados a los tradicionalistas, nació la Orden del Carmen Descalzo.

Los religiosos carmelitas reformados que integraron la misión de la Nueva España arribaron a ésta en el mes de septiembre de 1585, encabezados por fray Juan de la Madre de Dios. A poco de haber llegado el virrey, quien había sido su compañero de viaje, les concedió la ermita de San Sebastián, en el barrio indígena del mismo nombre, al noroeste de la ciudad de México donde al cabo de corto tiempo construyeron su primer convento.
  

La calle del Puente de San Sebastián es la que sigue de la de Arsinas, al Oriente, y desemboca en la  Plazuela de San Sebastián. Plaza y calle tomaron el nombre de una de las cuatro primeras capillas que se fundaron en la ciudad cuando la segunda Audiencia la dividió en cuatro partes para su administración religiosa. Era Presidente de esa Audiencia D. Sebastián Ramírez de Fuenleal, y dio a esta capilla el nombre de su santo. Púsola al cuidado de los padres franciscanos como una de sus doctrinas y en poder de ellos se conservó hasta el año 1585, que llegaron á México los padres carmelitas descalzos con el Virrey Marqués de Villa Manrique, y agradándoles el barrio para su fundación, el Virrey les dio la Ermita de San Sebastián, con la doctrina y administración de los indios de aquel barrio, sin contradicción de los franciscanos. Tuviéronla algún tiempo, pero el año 1607, por orden de los superiores de España, dejaron esta doctrina, que pasó á manos de los religiosos agustinos, en las cuales estuvo hasta la secularización de ella. (1)
Fue en 1598 cuando los carmelitas novohispanos se separaron de la provincia de Sevilla y fundaron la provincia de San Alberto, pero ya contaban con cuatro conventos: el de la ciudad de Puebla, fundado en 1586; el de Atlixco (Puebla) en 1589; el de Valladolid (Morelia) en 1593 y el de Guadalajara en 1593. En 1597 se erigió el convento de Celaya (Guanajuato).

La rama femenina de la orden se instaló en Veracruz primero, pero en 1601 recibió la licencia del obispo don Diego Romano para fundar una casa y beaterio de mujeres en la ciudad de Puebla, la cual se transformó en convento el 6 de junio de 1603, el primero de esa orden en América. Una cédula real autorizó dicho establecimiento en Nueva España, el convento de San José y Santa Teresa, lo cual se llevó a cabo el 27 de diciembre de 1604.


Otras fundaciones carmelitas en la Nueva España
El intento misional de Filipinas y el de California fracasaron, principalmente por la corriente dorista que prevaleció en la Congregación de España

Desierto de los Leones, N. Señora del Carmen, 1606.
San Ángel, Santa Ana, 1613.
Querétaro, S. Teresa, 1614.
Salvatierra, San Ángelo, 1644.
Tacuba, S. Joaquín, 1689.
Toluca, La Concepción, 1698.
Oaxaca, La Santa Cruz, 1699.
Orizaba, S. Teresa, 1735.
San Luis Potosí, San Elías, 1738.
Tehuacán, N. Señora del Carmen, 1745 y por último, el S. Desierto se trasladó a Tenancingo en 1801

Primeros religiosos que vinieron a la Nueva España
  • Fr. Juan de la Madre de Dios, natural de Medina Sidonia. Docto, elocuente y muy de Dios. Murió en Calatayud (España) el 10 de mayo de 1606.
  • Fr. Pedro de S. Hilarión, de Valdepeñas. Tomó el hábito en la Peñuela. Fue discípulo de Juan de la Cruz. Murió en México en 1615.
  • Fr. Pedro de los Apóstoles, de Bonilla. En tres ocasiones gobernó la Provincia. Murió en México en 1630.
  • Fr. Ignacio de Jesús, de Toledo. Volvió a España muy pronto y allá murió.
  • Fr. Francisco Bautista de la Magdalena, de Puerto Alegre (Portugal), fue el primero que murió en México.
Estos cinco religiosos eran sacerdotes. Vinieron además los siguientes hermanos coristas:
  • Fr. José de Jesús María, natural de Lisboa. Primer Procurador General. Murió en México en 1629; 
  • Fr. Juan de Jesús María (Robles), natural de Sevilla. Fue Maestro de Novicios, escritor y Provincial. Murió en México  
  • Fr. Hilarión de Jesús, de Prado Longo. Primer Vicario del Convento de Morelia. Murió en México en 1630.
Tres fueron los hermanos donados que vinieron en la expedición:
  • Fr. Arsenio de San Ildefonso (Jaén). Murió en olor de Santidad en México en 1636, 
  • Fr. Gabriel de la M. de Dios (Baeza). Volvió a España y allá murió, 
  • Fr. Anastasio de la Madre de Dios (Baeza). Volvió a España. Intentó regresar a México, pero en el viaje murió ahogado en el mar con el hermano Elías de los Mártires.
Venía también el hermano diácono Fr. Cristóbal del Espíritu Santo, pero cuando iba a salir la expedición, enfermó y murió en San Lúcar de Barrameda.


El objetivo de la venida de los carmelitas a Nueva España
La Reforma Teresiana, al llegar a México en 1585, se encontró una Nueva España que comenzaba, como dice Ricard, una época nueva y le brindaba un campo de acción doble: al norte las misio­nes; en el interior, la elevación espiritual de la sociedad.
 Nuestros Carmelitas, como veremos, intentaron trabajar en el primero, pero la Providencia los empleó casi exclusivamente en el segundo, es decir, la elevación espiritual de la sociedad.[22]
 Efectivamente, aunque los carmelitas habían llegado a la Nueva España con la encomienda de pasar al Nuevo México recién descubierto, las circunstancias los obligaron a permanecer en los conventos que iban edificando, sobre todo en las ciudades ya bien establecidas –y añadamos–, ciudades propiamente de españoles.

El problema misional en la Orden
Echemos una mirada retrospectiva para entender mejor lo que solemos llamar el problema misional en la orden del Carmen. Las misiones se presentaron como un problema de manera clara y oficial, en el famoso Capítulo que celebró la familia Teresiana en Almodóvar del Campo el año de 1583. Para estas fechas ya había partido la primera expedición misionera con rumbo al Congo, y se preparaba la segunda en vista de que la anterior había fracasado.[23] 
En esa reunión por fin se definieron las dos tendencias que había en la orden, el celo por la salvación de las almas, como entonces se decía, tendencia encabezada por el P. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, y la otra tendencia, extrema, de los muy contemplativos y muy eremíticos” que encabezaba el P. Nicolás Doria, y que finalmente fue la que prevaleció en la orden.

El fin para que se fundó esta Orden –escribe Gracián en una declamación de las virtudes de la Madre Teresa–– y el celo con que la Madre la fundó, fue para resistir a los herejes y convertir gentiles e infieles a la fe […] que se ejercitasen en este ministerio, como en su principal vocación. Por­que aunque es verdad que unas religiones tienen por principal in­tento el celo, la predicación y el traer almas a Cristo, como los Dominicos y Jesuitas, y otras el recogimiento, clausura y aspereza de vida, como la Cartuja, esta Religión del Carmen (siguiendo el espíritu doblado de Elías) abraza por principal fin entrambos dos ministerios, celo de almas y quietud de espíritu, predicación y aspereza de vida, amor de Dios y del prójimo, oración y ministerio de almas, e imitando a sus antecesores, como a Elías, Eliseo…, y los demás que (siguiendo vida áspera, espiritual y recogida) ganaron muchas almas para Dios, convirtiendo infieles, gentiles y pecadores y defendieron contra herejes la fe católica.[24]

Habiendo visto este texto del P. Gracián no es para nada extraño que haya dado el permiso, junto con sus consejeros, para pasar a la Nueva España a colaborar en la evangelización, como ya lo habían hecho con las expediciones enviadas al Congo durante su gobierno. Pero cuando continuó el capítulo, ya con la presencia del nuevo provincial electo, el P. Nicolás Doria, las cosas se complicaron; en más de una ocasión llegó a manifestar que si él hubiera estado en esa reunión, nunca hubiera permitido que los carmelitas pasaran al nuevo mundo.

Con la muerte del P. Nicolás Doria, el defensor del eremitismo en la Orden, algunos creyeron que era llegada la hora de la misiones, pero no fue así, pues sus sucesores siguieron defendiendo contra viento y marea esa tendencia que se arraigó en definitiva en la Orden. En vano el P. Gracián, expulsado de la orden apenas murió fray Juan de la Cruz (1591), siguió insistiendo en la necesidad de la conversión hacia las misiones, como lo atestiguan muchos de sus escritos: El celo de la mayor honra y gloria de Dios, propagación de la fe y conversión de las almas –escribe– […] me movió siendo superior de la Congrega­ción de los Carmelitas Descalzos [a enviar misioneros al Congo y] envié doce religiosos a México para que desde allí pudiesen pasar a las nuevas conversiones.[25]

No solo los superiores de España que mandaron frailes al nuevo mundo tenían la idea clara de que venían a evangelizar y misionar, sino también muchos de los primeros enviados; así escribe uno de ellos: todos los primeros padres que vinieron a este Reino (de Nueva España) vinieron con gran celo del bien de las almas, a predicar a las gentes la fe de Jesucristo y morir por él si la ocasión lo pidiese y para este propósito pasar a la China y a otros reinos de que tenían licencia de los Reyes Católicos y están en el archivo de este convento de México.[26]

Parroquia de indios de Atzacualco
Cuando los carmelitas recibieron la parroquia de indios que hemos indicado (de Azacualco), procuraron aprender el náhuatl para poder atenderlos mejor e instruirlos, es decir, fueron poniendo las bases para ser de veras misioneros. Y así lo hicieron a lo largo de unos veinticinco años, pero llegó en 1606 el momento de la elección como provincial del padre Fr. Juan de Jesús María,[27] uno de los 11 que llegaron a México y ese servicio se dejó, alegando que no era tarea de la orden. Fray Juan de Jesús María en esos años había fundado precisamente el Desierto de Santa Fe y como se dijo al principio, se pretendía que ese lugar fuera también para los misioneros, que fueran a ese convento a renovarse después de un tiempo de servicio y volver animados al mismo.

Llega a México el primer provincial
En 1595 fue enviado a la Nueva España en calidad de primer provincial el padre Eliseo de los Mártires, que era prior del convento de Granada. Él había estado con Jerónimo Gracián cuando se hizo la separación de Calzados y Descalzos. Venían acompañándolo entre otros Juan de santa Ana, a quien años antes (1591) había encargado Juan de la Cruz que le consiguiera religiosos que lo acompañaran para el viaje que haría a México en 1591, sólo que la muerte le impidió realizarlo.

Fray Eliseo de los mártires hizo el viaje con don Gaspar de Acevedo y Zúñiga, conde de Monterrey que venía por virrey de Nueva España y sucesor de don Luis de Velasco. El demonio, que adivinaba el mal que por medio de ellos le podía venir, procuró el segundo día de la navegación, recién salidos de Cádiz, estorbar su venida y hizo que se quemase la nao en que venían […]. 

El padre fray Eliseo y sus once compañeros, viendo el caso miserable, se confesaron brevemente los unos con los otros y acudieron con este sacramento a los que le pedían. Fuéronse echando a la mar por excusar el incendio y algunos apenas se echaron cuando se fueron a pique. Dos o tres se valieron de una tabla que ardía encima del agua y como el alquitrán con ella no se apaga, la que por una parte les preservaba de hundirse les iba por otra abrasando vientre y pechos […]. Mandó el virrey y general de la flota que fuesen algunas lanchas a recoger la gente y aunque ya había perecido mucha no a pocos dieron la mano. Los que de nuestros religiosos se escaparon fueron el padre provincial fray Eliseo, el padre fray Pedro de la Concepción, el padre fray Nicolás de san Alberto, el padre fray Juan de san Pedro a quien la Virgen enseñó a nadar, el padre fray Luis de la Concepción, el padre fray Francisco de san José […]. Repartiéronse todos por diferentes navíos y cada uno se vistió con las pobres alhajas que le dieron. Uno llevaba un jubón de un marino, la capilla de un fraile de san Francisco y de una pobre capa hechos unos faldones; otros sin tanto subsidio iban en varios trajes sin saber éste de aquél hasta llegar a tierra (Tesoro escondido, cap. 9, 2 y ss).

Conclusión. La elevación espiritual del pueblo
Ahora nos preguntamos ¿cómo contribuyeron los carmelitas a la elevación espiritual del pueblo? La segunda posibilidad que quedaba en sus manos, ya que no pudieron realizar la primera, que era ser misioneros en California, Nuevo México o las Filipinas. Según el autor de La conquista espiritual de México, Robert Ricard, en este segundo momento los religiosos como los carmelitas ayudaron a afianzar lo que se había sembrado en la primera evangelización. En ese campo jugaron un buen papel en las poblaciones en donde estuvieron establecidos durante el virreinato (casi tres siglos), tarea finalmente interrumpida en el siglo XIX por las leyes de Reforma.

Bibliografía
  • Agustín de la Madre de Dios, Tesoro Escondido en el Monte Carmelo Mexicano, México, Introducción, transcripción y notas de Eduardo Báez Macías, Universidad Nacional Autónoma de México, 1986.
  • Libro I de Capítulos definitorios y fundaciones de esta Provincia de N.P.S. Alberto de nueva España. 1596-1630 No. 5/ 3a. serie Sección. Lira No. 9 A.H.I.N.A.H., México, D. F.
  • Maccise, Camilo, Apuntes de Historia de la Orden del Carmen, México, (Apéndice sobre la Provincia de México), 1978.
  • Ricard, Robert, La conquista espiritual de México, México, F.C.E., undécima reimpresión, 2013.
  • Silverio De santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América, 15 volúmenes, Burgos, 1935-1952.
  • Victoria Moreno, Dionisio, Los Carmelitas Descalzos y La Conquista Espiritual de México, 1585-1612, México, Editorial Porrúa, 1966.

[22] Dionisio Victoria, op., cit., LIII.
[23] Cf. Silverio de santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal e Iberoamérica, t. IV, p. 687-93. Cit. Dionisio Victoria, op.cit., 206 y ss.
[24] Cf. Obras del P. Maestro Fr. Jerónimo Gracián, Madrid, 1616, p. 361, cit. por Dionisio Victoria, op.cit., p. 207.
[25] Biblioteca Mística Carmelitana, Monte Carmelo, Burgos, t. 17, Celo de la Propagación de la fe, p. 3.
[26] 35 P. Alonso de la Cruz, Ms. Tlacopac, 2, n. 15.
[27] Vide nota 10. Era el más joven de los llegados en 1585; terminó sus estudios en México; dejó escritos espirituales, algunos de los cuales han sido publicados